No puedo dejar de imaginarme la cara de tristeza de todos los lectores que han entrado durante estos últimos días, y que para su desilusión, no han encontrado ningún post nuevo, porque desde hace días no posteo nada, y todo por la bendita Universidad. Honestamente, terminar vivo este fin de ciclo no fue tarea fácil y aunque ya sé que siempre termino diciendo lo mismo, créanme cuando les digo que este, de todos los anteriores que he tenido que soportar, ha sido excepcionalmente complicado. Quizá sean los profesores locos
y estresantes, los compañeros raros e incomprensibles, las notas decadentes, o simplemente mi falta de ánimos para aprender. Sea como sea, ya terminó; y tengo una semana de vacaciones. A veces me siento como que prestara servicio militar.
Ahora sí puedo decir con toda autoridad: la Ingeniería es difícil. La Ingeniería es del demonio. Y después de todos estos años, aún no entiendo cómo es que me he mantenido en lo mismo. Probablemente por tonto. Hay tanta gente que se arma de valor para largarse y seguir vidas menos emocionantes. ¿Por qué? Pues por alguno de los cinco dilemas del ingeniero.
Los dilemas del ingeniero
Aún es tiempo para tener una vida de verdad
1. ¿De qué rayos me va a servir esto?. Desde el primer ciclo, es fácil observar que ser ingeniero no es más que vestirse con camisas cuadriculadas y fingir tener respuestas a preguntas que los demás no tienen ganas de responder. Peor aún, tener que pasar por esas benditas carreras humanísticas es una pérdida de tiempo. La mayoría de personas toma la decisión correcta a tiempo, y se largan para siempre.
2. Debí estudiar otra cosa. En serio, esta es la más común de todas. Hace algún tiempo hice una encuesta sobre carreras frustradas, y las favoritas entre los ingenieros son Mercadeo, Comunicaciones y Administración de empresas. En mi caso, no me hubiera molestado dedicarme a vender Chorys o tomates en el mercado. Eso da más dinero que la ingeniería.
3. No tengo vida social. Ser ingeniero implica no saber lo que significa eso. Confinados a ser los geeks entre los geeks, con una aversión intrínseca hacia la lectura (especialmente la relacionada a la ingeniería misma), las computadoras (¿piensan que tenemos tiempo para estar aprendiendo a usarlas?), y sin amigos con los cuales emborracharse, solamente queda una cosa por hacer: nada. Por suerte, siempre se pueden organizar congresos y socializar los demás tipos raros que asisten.
4. Eso no me lo enseñaron. Un tip para los nuevos: los profesores nunca evalúan lo mismo que enseñan. No, claro que no, los desgraciados esperan que uno investigue y aprenda por cuenta propia... Pfff. No hay más razón para detestarlos que por esto. Y es la principal razón por la que uno fracasa masivamente en esos exámenes.
5. Lo que me enseñaron no sirve de nada. Técnicas numéricas, análisis probabilísticos, metodologías elevadas, pero los resultados no son nunca confiables. Tarde o temprano, uno se da cuenta que todo este trabajo no sirve para más que para resolver Sudokus o convencerse de lo imposible que es ganar en el casino.
A estas alturas de mi vida, este ciclo es apreciado por mucho más que sólo 16 semanas y cuatro materias del demonio. Más bien, diría que son 160 horas clase, 50% de asistencia, 319 horas de prácticas profesionales, días y días de desvelo, y una cantidad poco saludable de Coca-Cola. Créanme, es realmente
insano. Pero a 95.83% de mi meta, no puedo dejar de pensar que quizá valió la pena todo esto. Y me doy cuenta de lo trastornado que estoy mentalmente.